
Sin darnos cuenta a veces cuando creímos estar rendidos ante la oscuridad y nos dejamos llevar por el dulce sabor del dolor hasta llegar prácticamente al masoquismo, hay un leve cambio en toda tu realidad. Ese sutil suspiro de esperanza que te da la misma vida
cuando te da la mano, te la toma con fuerza y te guía, llevándote hasta el fondo de ti mismo y te hace ver cosas que nunca te habías dado cuenta.
Cuanta fuerza existe en ese espacio. Cuanta energía se dispersa por tu cuerpo. ¿Sientes los escalofríos en tu espalda? Sí, aquellos que nacen al dejarse llevar por una melodía agradable para los oídos de tu alma. No son sólo escalofríos; es una energía vital que te llena, te rehabilita y sientes que la vida misma te ha dado una nueva oportunidad; una nueva oportunidad de devolver las cosas en su lugar y limpiar las cosas que se cayeron al piso de la inconsciencia.
Cuántas veces hemos perdido el sentido de la vida o el sentido de nuestro verdadero camino en que tenemos ese sentimiento de estar desviados y nos auto convencemos de que estamos en lo correcto pero, es tan sólo nuestro ego el que logró que sucumbiéramos frente a mismo por sentirse un poco mas libres, ¿pero de que? De nuestros errores, las malas decisiones y del daño que quizás hemos causado.
Alcemos la vista y miremos a nuestro alrededor. Cuantas veces nos arrepentiremos después de no haber visto aquel atardecer aunque sea de la ventana de tu cuarto. Cuándo sabremos el momento en el que será la ultima vez que sentiremos la lluvia sobre nuestra piel. Cuándo será la ultima vez que sentiremos la piel y el calor de otra persona.
Observemos cuan agradable y cuan perfecta es la vida sin tropezar con los deseos egoístas que a veces tenemos.
¿Acaso pasarla bien implica hiperpolarizarse y lanzarse un momento a la vida y sentir por unos momentos que "vives"?
Es mejor mirar aquella nube que nunca vemos que, esta ahí, todos los días esperando que veamos una figura que adopta su cuerpo con el toque artístico elegante del viento.
Disfrutemos cada sinfonía de nuestras emociones y guardémoslas un poco más que de costumbre. De verdad tratemos por lo menos una vez en la vida de vivir.
Sigamos con los nuevos brillos del amanecer de nuestro ser y esas nuevos aires que a veces se nos obsequian y hagamos que nuestra instancia sea recordada, quizás no por todos, pero si por las personas que son importantes para nosotros y para aquella energía universal e infinita que algunos llamamos Dios. O, sólo por nosotros, para sentir que tenemos un cuerpo, un alma, y vida.